miércoles, 29 de febrero de 2012

007 - LA VOZ DEL SEÑOR - NÚMEROS 6 AL 9 DE 2012

(Boletines correspondientes al presente mes de febrero)


Arzobispado de Buenos Aires y toda Argentina
Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa de Antioquia

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Boletín dominical correspondiente al domingo 5 de febrero de 2012
Domingo del Fariseo y el Publicano

Jesús
Simples Miradas hacia el Salvador (4)

Tocar a Jesús

¿Ver a Jesús? Más que eso: tocar a Jesús. “Lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y lo que han tocado nuestras manos… del Verbo de vida” (I Jn 1:1), escribió el apóstol Juan. La mujer que tenía un flujo de sangre se decía a sí misma que, si solamente pudiera tocar el manto de Jesús, sería curada. Ella tocó con timidez, por detrás, el manto de Jesús; y quedó curada de su mal (Cf. Mc 5:25-34). Pido que ningún día termine sin que pueda tocar al menos la orla del manto de Jesús y sin que una fuerza proveniente del Salvador no me sea garantía de salvación. Tocar a Jesús: en una entrevista a solas, secreta, con Él; en el contacto con los miembros humanos del cuerpo de Cristo que es la Iglesia; en el misterio de la cena del Señor. No imaginarnos haber tocado a Jesús por habernos acercado a Él. Pero, hay momentos privilegiados donde un cierto estremecimiento inefable, una cierta evidencia irresistible (los cuales, si son auténticos, nos tiran en el abismo de la humildad) nos hace gritar: “Acabo de tocar a Jesús”. O mejor: “Acaba Jesús de tocarme a mí”. (Señor, no soy digno de elevar los ojos hacia Ti. Ten piedad de mí, pecador).
¡Hasta qué punto los acontecimientos de la vida de Cristo nos desconciertan! Jamás corresponden exactamente a lo que esperamos. Y, sin embargo, van más lejos - y en un sentido positivo - que nuestra espera. José de Arimatea enterró a Jesús (Cf. Mt 27:59-60); pero Jesús es aquel que ningún sepulcro puede contener ni detener. Las mujeres aportaron bálsamo a la tumba (Cf. Lc 24:1); pero es un Dios que ya había resucitado, a quien se preparaban para ungir. Una mujer rompe una vasija de perfume sobre el cuerpo vivo del Señor, a fin de glorificarlo; pero Jesús dice que es en vistas a su sepultura que ella hace este gesto (Cf. Mc 14:3; 8). La cruz parece destruir la esperanza. Pero la resurrección destruye la desesperanza. Los actos divinos, que arruinan nuestras construcciones, los sobrepasan. Así pasa con cada intervención de Jesús en nuestra vida personal. Cada una de ellas hace estallar algo, pero hace posible un desarrollo. Jesús no encaja en ninguno de nuestros cuadros. Su presencia, Su palabra los rompe a todos.

Padre Lev Gillet


Tropario de la Resurrección (Tono 1): Cuando la piedra fue sellada por los judíos y tu purísimo cuerpo fue custodiado por los guardias, resucitaste al tercer día, oh Salvador, concediendo al mundo la vida. Por lo tanto, los poderes celestiales clamaron a Ti, oh Dador de Vida: “¡Gloria a tu Resurrección, oh Cristo! ¡Gloria a tu Reino! ¡Gloria a tu plan de salvación, oh único Amante de la humanidad!”

Tropario de la Presentación (Tono 1): Salve, oh Virgen Madre de Dios Llena de Gracia, porque de ti apareció brillando el Sol de la Justicia, Cristo nuestro Dios, alumbrando a los que están en las tinieblas. Regocíjate, ¡oh Justo Anciano!, que recibiste en tus brazos al Redentor de nuestras almas, que nos otorgó la Resurrección.

Tropario de Santa Ágata Mártir (Tono 3): Has sido una flor perfumada de la virginidad y una novia sin tacha del Dador de la vida; habías deseado la fuente de todo lo bueno y te destacaste en el martirio, oh gloriosa Ágata; intercede, por medio de tus santas oraciones, por aquellos los que, con amor, honran tus luchas.

Kontakion (Tono 1): ¡Oh Cristo Dios!, Tú que por Tu Nacimiento santificaste el vien¬tre virginal y bendijiste, como es digno, las manos de Simeón; y ahora nos alcanzaste y nos salvaste, conserva en la paz a Tu rebaño durante las pruebas y afirma a Tu Iglesia que amaste, porque eres el Único Amante de la humanidad.


Segunda carta a Timoteo (3:10-15): Tú, en cambio, hijo mío, Timoteo, me has seguido asidua¬mente en mis enseñanzas, conducta, planes, fe, paciencia, caridad, constancia; en mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antio¬quía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones hube de sufrir! Y de todas me libró el Señor. Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecucio¬nes. En cambio los malos y em¬baucadores irán de mal en peor, se¬rán seductores y a la vez seducidos. Tú, en cam¬bio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, te¬niendo presente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño co¬noces las sagradas letras, que pue¬den darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.


Santo Evangelio según San Lucas (18:10-14): Dijo el Señor esta parábola a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al Templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba consigo mismo de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” Les digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”.


¿A quién conmemoramos hoy?
A Santa Ágata, Mártir en Palermo, Italia

La Santa Virgen Mártir Ágata fue la hija de quince años de edad de unos padres cristianos, ricos y respetados de la ciudad de Palermo (antes llamada Panormos) en Sicilia, Italia. Durante la persecución bajo el emperador Decio (249-251), el prefecto de la ciudad de Catania, llamado Quintianus, después de haber oído hablar de la riqueza de Ágata y su belleza, envió a sus soldados por ella para llevarla a juicio por ser cristiana.
En Catania pusieron a la santa con una mujer rica, que tenía cinco hijas. Todas ellas trataron de tentar a Ágata, con todo tipo de riqueza e instándola a ofrecer sacrificios a los dioses paganos, pero la santa desdeñó todas estas cosas. Cuanto más trataban de convencerla, más decidida se volvía. Oró entonces al Señor para que pronto pudiera afrontar el martirio.
Durante su interrogatorio bajo Quintianus, la santa mártir no se dejó influenciar por los halagos, ni por las amenazas, y fue sometida a crueles tormentos.
El Santo Apóstol Pedro se le apareció en la cárcel y sanó sus heridas. Santa Ágata fue conducida de nuevo a la tortura, y Quintianus se sorprendió al ver a la santa sanada por completo, sin ningún rastro de cortes. A continuación, la tortura comenzó nuevamente.
En ese momento un terremoto sucedió en la ciudad, y muchos edificios fueron destruidos. Entre los muertos estaban dos de los asesores de Quintianus. Los aterrorizados habitantes se apresuraron a Quintianus, exigiendo el fin de las torturas a Ágata. Por temor a una revuelta de la gente, Quintianus envió a Santa Ágata nuevamente a la cárcel. Allí, la mártir, dando gracias a Dios, entregó su alma en paz al Señor.


La cuaresma de la Iglesia Ortodoxa
Reflexiones sobre el ayuno que nos prepara a la Pascua

En la Iglesia Ortodoxa hay un período de tiempo previo a la Cuaresma de preparación litúrgica para el ayuno, cada semana con su propio tema. A partir de esta semana comenzamos con este periodo que llamamos “el Triodio”. Primero está la semana del Fariseo y el Publicano, luego la del Hijo Pródigo, luego la semana de la Abstinencia de la Carne con el tema del juicio final, y finalmente la semana de la Abstinencia del Queso con el doble tema de la expulsión de Adán y Eva del paraíso y la necesidad que tenemos todos de perdón. El domingo antes del lunes en el que la Gran Cuaresma comienza es llamado el “Domingo del Perdón”, debido a que los fieles entran en el tiempo de la cuaresma perdonando a todos los demás. Las semanas de las abstinencias de la carne y del queso tradicionalmente finalizan la comida de la carne y de los productos lacteos respectivamente hasta Pascua. La Gran Cuaresma se inicia este año el lunes 27 de febrero. A partir de este domingo y hasta que la Gran Cuaresma finalice compartiremos estas reflexiones extraídas del libro “The Lenten Spring” del Rvdo. Padre Thomas Hopko.

¡La cuaresma resplandece!
¡Nacen las flores del arrepentimiento!
¡Limpiémonos de todo mal,
Clamando al Dador de la Luz:
Gloria a Ti que amas a la humanidad!
(Vísperas del miércoles de la abstinencia del queso)

La Iglesia Ortodoxa da la bienvenida a la Gran Cuaresma con un espíritu exultante. Ella saluda al tiempo del arrepentimiento con grandes expectativas y con el mismo entusiasmo de un niño que entra por primera vez en una nueva y excitante experiencia. Los tonos de los oficios de la Iglesia resplandecen y llenan todo con luz. Las palabras que se escuchan son una trompeta llamando a una respuesta espiritual, una invitación a una aventura espiritual, el llamado a que hagamos una hazaña espiritual. No hay nada triste aquí, nada oscuro, masoquista o morboso, ansioso o histérico, pietista o sentimental. Nada de eso.
El espíritu de la cuaresma en la Iglesia es de gran esplendor y placer. La Iglesia respira con regocijo por aquellos que se preparan para “luchar la buena batalla” por Aquel que los amó y que se ha entregado a sí mismo por ellos y por su salvación.

La gracia de la abstinencia ha brillado
Desterrando las oscuridades de los demonios.
¡El poder del ayuno disciplina nuestras mentes!
La cuaresma trae la cura a nuestra paralizante mundanidad.

Daniel y los jóvenes en Babilonia se fortalecieron por medio del ayuno;
Uno tapó las bocas de los leones,
Mientras que los otros extinguieron las llamas del horno ardiente.
Como los salvaste a ellos, sálvanos también a nosotros, oh Cristo nuestro Dios,
Por que Tú amas a la humanidad.
(Matutinos del Jueves de la Abstinencia del Queso)

Antes del tiempo de la salvadora Cruz
El pecado reinaba sobre toda la tierra,
La impiedad prevalecía,
La gente se deleitaba en los placeres de la carne.
Pero desde que el misterio de la Cruz se llevó a cabo
Y la tortura de los demonios quedó destruida por el conocimiento de Dios,
La vida celestial de las virtudes reinó sobre la tierra.
¡Por ello el ayuno es honrado!
¡La abstinencia resplandece con esplendor!
¡La oración se fortalece!
El tiempo de la cuaresma atestigua esto,
Dado a nosotros por nuestro Dios, el crucificado Cristo,
Para la salvación de nuestras almas.
(Matutinos del Viernes de la Abstinencia del Queso)

Que triste es que no entendamos el significado de la cuaresma. Que penoso es que tantos tomen este tiempo “dado a nosotros por nuestro Dios, el crucificado Cristo” como un tiempo para devociones personales y sentimentales, para ansiosas introspecciones y sufrimientos pietistas “junto a Jesús”. Y que triste es que otros naturalicen y racionalicen este tiempo con tibias explicaciones sobre los beneficios psicosomáticos de la abstinencia con argumentos traídos por distintas teorías terapéuticas. Y que totalmente trágico es que otros rechacen totalmente todo el tema del ayuno, usando las razones distorsionadas reinantes en esos tiempos liberales que vivimos.
La cuaresma es bienvenida por los cristianos en la Iglesia no como un tiempo de agonía auto-impuesta o como una terapia para mejorar. Es recibida como tiempo de santificación consagrada a la corrección, a la purificación y a la iluminación de la persona toda a través del cumplimiento de los mandamientos del crucificado Dios. Este tiempo es recibido como de batalla con los espíritus del mal y como tiempo para florecer con los frutos del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de uno mismo (Gal 5:22). Este tiempo es aceptado como “los más grandes y salvíficos cuarenta días” que apartamos para una completa y total dedicación a las cosas de Dios. Es el “diezmo de nuestro año” que nos dice que todos los tiempos y estaciones pertenecen al Señor que ha creado y redimido al mundo.

La puerta del divino arrepentimiento se ha abierto.
Entremos con fervor, limpiando nuestros cuerpos,
Observando la abstinencia de comidas y pasiones en obediencia a Cristo
Que ha llamado a todo el mundo a su reino celestial,
Ofreciendo al Maestro de todo este diezmo del año,
Para poder ver con amor su Santa Resurrección.
¨(Matutinos del Lunes de la Abstinencia del Queso)

La gracia del Señor ha brillado,
La gracia que ilumina nuestras almas.
Este es el tiempo aceptable;
El tiempo del arrepentimiento está aquí.
Apartémonos las obras de la oscuridad;
Y vistámonos con la armadura de la luz,
Para que pasando por la Cuaresma como por medio de un gran mar
Alcancemos el tercer día de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo,
El Salvador de nuestras almas.
(Vísperas del Domingo del Perdón)


La Divina Liturgia (VI)
Explicando la Liturgia semana a semana

La lectura de la Epístola

Después del solemne canto del himno tres veces Santo a la Santísima Trinidad, se da lugar al canto o la lectura de la Epístola de la Divina Liturgia. Por lo general la lectura la hace un laico de la Iglesia o un ayudante del altar perteneciente a una de las órdenes menores llamado “lector”.
La lectura de la Epístola, en el lenguaje tradicional de la Iglesia, se llama “el apóstol” o “la lectura apostólica”. Esto es así ya que la lectura puede ser tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, así como de cualquiera de las cartas apostólicas que encontramos en el Nuevo Testamento. La palabra “epístola” significa carta, y hace referencia básicamente a las cartas que los apóstoles dirigían a sus comunidades enseñando sobre distintos temas referidos a la fe y a la vida. Debemos señalar aquí que el único libro de los escritos del Nuevo Testamento que no se lee en la liturgia de la Iglesia Ortodoxa es el libro del Apocalipsis, debido a su carácter particular.
Hay una serie de lecturas de las epístolas del Nuevo Testamento prescritas con el fin de regular todos los días del Año Litúrgico, con la excepción de los días de semana de la Gran Cuaresma, cuando la Divina Liturgia no se celebra. También hay lecturas especiales indicadas en las celebraciones de la Iglesia en particular como por ejemplo la memoria de un santo, de un mártir, de un confesor, de un obispo, etc. Así, en cualquier Divina Liturgia puede suceder que más de una epístola esté prescrita. En ese caso es la Iglesia particular, la diócesis, quien decide que corresponde leer ese año.
Antes de la lectura de la epístola, un versículo del libro de los Salmos se canta. Este versículo se llama “prokeimenon”, palabra griega que significa literalmente, “lo que va adelante”. Como siempre, el prokeimenon, con sus versos, es propio de la liturgia particular y prepara a las personas a escuchar la Palabra de Dios.
Los santos Padres de la Iglesia nos han legado ciertas instrucciones espirituales de cómo debemos leer y, especialmente, de cómo los lectores deben leer en la Iglesia. Las compartimos entre todos:
“No leas demasiado rápido o demasiado lento, de manera perezosa o descuidada, sino hazlo siempre con respeto, atención e inteligencia. Fortalecidas por la lectura, el alma y la mente adquieren fuerza y rezan con firmeza”. San Gregorio de Sinaí (siglo XIII, extraído de la Filocalia)
“La lectura debería ser sencilla y clara. Debería ser musical, esto es un regalo de la naturaleza. Que sea distinta en su pronunciación y llena de vigor, que sea libre de un acento áspero y rústico. Véase, también, que no asuma un acento teatral, sino que siga fiel al significado profundo de las palabras que pronuncia”. San Ambrosio, obispo de Milán (Siglo IV, escribiendo sobre los deberes del clero).
“No leas las palabras de una manera superficial, sino examina con profundidad y comprende el tesoro de su significado. Luego medita sobre lo que has leído… Así como hay que masticar bien los alimentos antes de que podamos disfrutar su sabor, así hay que meditar en el alma de los textos sagrados antes de enriquecer y alegrar el espíritu” Teoliptos, Metropolita de Filadelfia (Siglo XIII, extraído de la Filocalia).
“No hay que leer con avidez excesiva, ya que en todas las cosas la moderación es lo mejor, ni tampoco de una manera brusca, torpe o negligente. Por el contrario, hay leer con reverencia, con cuidado de manera constante, con entendimiento, y en un ritmo adecuado, buscando que el intelecto, el alma y la razón de todos estén involucrados. Cuando el intelecto se vigoriza con la lectura, adquiere entonces la fuerza para orar más” San Gregorio de Sinaí (Siglo XIII, extraído de la Filocalia)

El “Aleluya”

“Aleluya” es la forma griega de la palabra hebrea que significa “alaben a Dios”. Los cristianos ortodoxos cantan este himno tres veces al finalizar la lectura de la epístola intercalándolo, algunas veces, con versos de distintos salmos antes de la lectura del Evangelio en la Liturgia.
San Germán de Constantinopla dice: “David exclamó aleluya y dijo ´Que venga nuestro Dios y no calle, el fuego consume delante de Él´ (Sal 49:3). La luz de su evangelio ha brillado en todo el mundo. Por que en hebreo AL significa ´Él viene, Él se manifiesta´, EL significa ´Dios´ y UIA significa ´alábenlo y canten himnos, al Dios vivo”.

Continúa la semana próxima




Boletín dominical correspondiente al domingo 12 de febrero de 2012
Domingo del Hijo Pródigo

Jesús
Simples Miradas hacia el Salvador (5)

Aprender de Jesús

“Aprendan de mí…” (Mt 11:29). No podemos conocer a Jesús sin “aprenderlo a Él”. Aprender: día tras día, hora tras hora, de a poco. Tarea de docilidad y de perseverancia. Supone familiaridad cotidiana con Jesús: estar al lado de Él, escucharlo. “De mí…”. El Salvador desea esta relación directa, íntima, con cada alma. Otros podrán prepararnos para recibir Su mensaje y podrán reiterarlo a nuestro oído con éxito. Pero jamás serán más que repetidores. Sólo Él es el Maestro cuya enseñanza sale de la fuente. Y aquí la enseñanza se confunde con quien enseña. Recibir el mensaje de Jesús es descubrir la persona del Maestro. Jesús nos quiere revelar quién es. ¿Y qué es lo que Él desea que aprendamos sobre Él? Esto, que es bien simple, y bien corto, y accesible a los más groseros: “…que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11:29). Ahí está lo que Él quiere que conozcamos en primer lugar. ¿Acaso es poco? Bajo el velo de estas palabras, podremos descubrir Belén y el Gólgota.
Para apegarse al conocimiento de Jesús, debemos de ser capaces de un cierto desinterés y de una cierta objetividad sagrada. Este conocimiento debe ser el interés supremo de nuestra vida. Hay que impedir, pues, la preocupación que tenemos por nosotros mismos - aún en el plano espiritual - del devenir supremo. Lo que aprendamos de Jesús sobre Jesús debe ser más precioso, más deseado que lo que aprendemos sobre nosotros mismos. Porque la figura del Salvador nos hace tomar inmediatamente conciencia de nuestras propias proporciones, de nuestra situación. Y es de ella que emana inmediatamente la posibilidad - más: el poder activo - de nuestra metamorfosis. Pero la figura de Jesús no nos debe interesar primeramente a causa de sus efectos sobre nosotros. Es Su belleza intrínseca que debe en primer lugar captarnos.
“¡Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no Me conoces, Felipe!” (Jn 14:9). Hijo mío, ¡estoy contigo desde hace tantos años! Pero, desde muchos aspectos, permanezco siendo un incógnito para ti. Lo que sabes sobre Mí es nada en comparación con lo que te queda por aprender. El tiempo que te queda, ¿acaso quieres consagrarlo para conocerme?
Conocimiento de Cristo: “Y ésta es la vida eterna: que Te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn 17:3). No es suficiente decir que este conocimiento tiene lugar en la vida eterna. Este es la vida eterna. En eso consiste la vida eterna. Por ello, la vida eterna comienza desde aquí. Ese conocimiento es la soldadura entre el tiempo y la eternidad. El único Dios verdadero y Jesucristo que ha enviado: no son objetos de conocimiento. Porque es en Jesús únicamente que conocemos al Padre de Jesús y al Espíritu de Jesús. “El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Jn 14:9).

Padre Lev Gillet


Tropario de la Resurrección (Tono 2): Cuando descendiste a la muerte, oh Vida Inmortal, mataste al Hades con el rayo de tu Divinidad y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra, todos los poderes celestiales clamaron: ¡Oh Dador de Vida, Cristo Dios, gloria a Ti!

Tropario de San Meletios (Tono 4): Tus obras veraces, te habían manifestado a tu rebaño, como canon de la fe, imagen de mansedumbre y maestro de la abstinencia, oh Padre y Jerarca Meletios. Por eso, por tu humildad lograste la exaltación y por la pobreza la riqueza; Intercede, pues ante Cristo Dios que salve nuestras almas.

Kontakion (Tono 3): Cuando, con ignorancia y necedad, desobedecí Tu Gloria Paterna; derroche, en las maldades, la riqueza que Tú me has dado. Por eso, a Ti exclamo, con la voz del hijo pródigo, diciendo: “¡Acéptame penitente, ¡Oh Padre Compasivo!, pues he pecado ante ti, y hazme como uno de tus jornaleros!”


Primera carta a los Corintios (6:12-20): Hermanos, “todo me está permitido”, pero no todo es conveniente. “Todo me está permitido”, pero no me dejaré dominar por nada. Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos, y Dios destruirá a ambos. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. Y Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros con su poder. ¿No saben acaso que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Cómo voy a tomar los miembros de Cristo para convertirlos en miembros de una prostituta? De ninguna manera. ¿No saben que el que se une a una prostituta, se hace un solo cuerpo con ella? Porque dice la Escritura: Los dos serán una sola carne. En cambio, el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él. Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿O no saben que sus cuerpos son templo del espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios? Por lo tanto, ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a qué precio! Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos.


Santo Evangelio según San Lucas (15:11-32): Dijo el Señor esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde”. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y volviendo en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: “Padre pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus siervos: “Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; llamó a uno de los criados y le preguntó qué era aquello. Él le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano”. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le suplicaba. Pero él replicó: “Hace tantos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!” Pero él le dijo: “Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”.


¿A quién conmemoramos hoy?
A San Meletios, Patriarca de Antioquia

San Meletios, Arzobispo de Antioquia, fue obispo de Sebastea, en Armenia (aproximadamente en el 357), y después fue llamado a Antioquia por el emperador Constancio para ayudar a combatir la herejía arriana que se había diseminado en la zona, y fue designado para dicha Sede.
San Meletios luchó con celo contra el error arriano, y a través de las mentiras de los herejes fue depuesto tres veces de su cátedra. Constancio se había rodeado de arrianos y había aceptado sus errores. En todo esto, San Meletios se distinguió por su extraordinaria dulzura, y siempre llevó a su rebaño por el ejemplo de su propia virtud y su amable disposición.
San Meletios fue quién ordenó al futuro jerarca San Basilio el Grande como diácono. También bautizó y alentó a otra de las grandes luminarias de la Ortodoxia, San Juan Crisóstomo, quien luego lo elogió en un escrito.
Después de Constantino, el trono fue ocupado por Julián el Apóstata, y el santo fue expulsado de nuevo, tuvo que esconderse en lugares secretos por su seguridad. Volviendo con el emperador Joviano en el año 363, San Meletios escribió su tratado teológico, “Exposición de la fe”, que facilitó la conversión de muchos de los arrianos a la ortodoxia.
En el año 381, bajo el emperador Teodosio el Grande (379-395), el Segundo Concilio Ecuménico fue convocado. En el año 380 el santo había partido en su camino hacia el Segundo Concilio Ecuménico de Constantinopla, y llegó a presidirlo.
Durante el Concilio, San Meletios levantó su mano mostrando tres dedos, y bajando los otros dos y bendijo al pueblo, proclamando: “Entendemos tres hipóstasis, y hablamos de una sola naturaleza”. Con esta declaración, el fuego rodeó al santo como un rayo. Durante el mismo Concilio, San Meletios durmió en el Señor. San Gregorio de Nisa honró la memoria del difunto con un elogio.
San Meletios ha dejado los tratados de la consustancialidad del Hijo de Dios con el Padre, y una carta al emperador Joviano sobre la Santísima Trinidad. Las reliquias del santo fueron trasladadas de Constantinopla a Antioquía.


La cuaresma de la Iglesia Ortodoxa
Reflexiones sobre el ayuno que nos prepara a la Pascua

El retorno al Padre

Desde el principio y hasta el final, los oficios de Cuaresma de la Iglesia nos llaman a retornar a Dios nuestro Padre. El tema de la parábola del hijo pródigo resuena durante todo este periodo. Hemos perdido lo que nuestro buen Dios nos ha dado. Hemos arruinado nuestras vidas y nuestro mundo. Hemos contaminado el aire, el agua y la tierra. Los pájaros y los peces, las plantas y los animales, se afligen debido a nuestra maldad. Hemos corrompido nuestros cuerpos y nuestras mentes. Hemos abandonado la comunión con Dios y el gozo de morar en su presencia. Nos hemos ido por nuestra cuenta, siguiendo nuestras propias ideas, llevando a cabo nuestros propios planes. Y el resultado es que estamos lejos de nuestra verdadera casa, perdidos en un país lejano, viviendo entre cerdos. A través de nuestra peligrosa pérdida de los dones de Dios nos hemos despojado de nuestra gloria, sabiduría, belleza y poder originales: hemos perdido nuestro legado divino de ser hijos de Dios. Y el cosmos todo sufre con nosotros en nuestra aflicción.

¡Qué gran bendición he abandonado, desgraciado de mí!
¡De qué reino he caído miserablemente!
He malgastado las riquezas que me habían sido dadas.
He transgredido los mandamientos.
¡La aflicción vendrá a mi cuando sea condenado al fuego eterno!
Clama a Cristo, oh alma mía, antes que el final se aproxime:
“Recíbeme como al hijo pródigo, oh Dios, y ten piedad de mí”.
(Vísperas del Domingo del hijo pródigo)

Escondo mi rostro avergonzado, hombre miserable.
He malgastado las riquezas que mi Padre me dio.
Me fui a vivir con bestias insensibles.
Busque sus comidas en mi hambre, porque no tenía que comer.
Me levantaré, retornaré a mi compasivo Padre.
Él aceptará mis lágrimas.
Caeré ante él diciendo:
“En tu clemente amor por la humanidad, recíbeme como a uno de tus jornaleros y sálvame”.
(Idem anterior)

Muchos se sienten infelices y no saben por qué. Sienten que algo está mal, pero no pueden percatarse qué es eso. Se sienten inquietos en el mundo, confundidos y frustrados, extraños y no pueden explicar esto. Lo tienen todo pero, sin embargo, quieren más. Cuando lo consiguen, aún así se sienten vacíos e insatisfechos. Quieren felicidad y paz, y nada parece traerlas. Quieren plenitud, y parece que nunca llega. Todo está bien, pero todo está mal. En nuestro país parece suceder esto. Todo lo llenamos de actividades frenéticas y distintos eventos. Nos llenamos con programas de televisión y con juegos. Pero cuando el movimiento se detiene y los aparatos se apagan y todo se calma… entonces el temor aparece, el sin sentido de todo aparece, el aburrimiento, y el miedo. ¿Por qué es así? Por que, la Iglesia nos dice, no estamos realmente “en casa”. Estamos en el exilio. Estamos en un lugar que no es nuestro verdadero país. No estamos con Dios nuestro Padre en la tierra de los vivientes. Estamos enfermos espiritualmente. Y algunos de entre nosotros ya están muertos.
“Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti”, decía San Agustín. Nuestras vidas fueron hechas por Dios y seguiremos estando insatisfechos, vacíos y frustrados hasta volver a Él. Todas las criaturas de Dios, como Francis Thompson decía en su poema El perro de caza del cielo, son sus “traidores leales”. No satisfacen a sus hijos y no pueden darse a sí mismos paz. Solo Él puede hacer esto, porque solo Él es nuestra casa. Y somos suyos.
La cuaresma es el tiempo para nuestro conciente retorno a nuestra verdadera casa. Este es el tiempo que disponemos para levantarnos y volver a la divina realidad a la que realmente pertenecemos.

He malgastado en males viviendo en las riquezas que el Padre me dio,
Y ahora no tengo más nada,
Solo estoy lleno de vergüenza y esclavizado por los pensamientos fútiles.
Por eso clamo a Ti, que amas a la humanidad,
Ten piedad de mí y sálvame.
(Matutinos del Domingo del hijo Pródigo)

Estoy perdido y con hambre, privado de toda bendición,
Y exiliado de Tu presencia.
Oh Cristo, supremo en amor bondadoso,
Ten piedad de mí ahora que regreso y sálvame
Mientras canto tus alabanzas, oh Tu que amas a la humanidad.
(Ibid anterior)

Nuestro propósito, pueblo, es conocer el poder
De la bondad de Dios,
Pues cuando el hijo pródigo abandonó su pecado
Se apresuró en regresar al refugio de su Padre.
Aquel Bueno lo abrazó y le dio la bienvenida.
Mató al cordero cebado y celebró con gozo celestial.
Aprendamos de su ejemplo a ofrecer acciones de gracias al Padre, que ama a la humanidad,
Y a la Víctima, el Señor Jesucristo,
El glorioso salvador de nuestras almas.
(Vísperas del Domingo del Hijo Pródigo)


La Divina Liturgia (VII)
Explicando la Liturgia semana a semana

El Evangelio

La lectura de un texto de uno de los cuatro evangelios cristianos sigue a la lectura de la epístola en la Divina Liturgia. Entre estas dos proclamación de la Palabra de Dios, como ya lo dijimos la semana pasada, se canta el “Aleluya”.
El Evangelio es la buena nueva de salvación de Dios para la humanidad. El Evangelio contiene y anuncia su presencia y su poder entre los hombres.
El anuncio del Evangelio en la Iglesia es un acto sacramental. Es una forma de comunión del hombre con Dios. Es un elemento del misterio litúrgico y por el cual Dios se une con su pueblo y su gente con él. Antes de hacer la lectura, el Sacerdote ora en secreto diciendo: “Oh Soberano que amas a la humanidad, haz brillar en nuestros corazones la pura luz de Tu divino conocimiento, y abre los ojos de nuestra mente para entender la proclamación de Tu Evangelio. Infúndenos el temor a Tus bienaventurados mandamientos, y al haber vencido todos los deseos carnales, llevemos una vida espiritual, pensando y haciendo todo cuanto Te agrada. Porque Tú eres la iluminación de nuestras almas y nuestros cuerpos, oh Cristo Dios; y Te glorificamos junto con Tu Padre sin inicio, y Tu Santísimo, bueno y vivificador Espíritu, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén”.
Al igual que para las lecturas de la epístola, hay lecturas prescritas del Evangelio para cada día del año litúrgico, así como lecturas especiales para las celebraciones de la Iglesia en particular.
Tras la proclamación de la Palabra de Dios a través de las palabras del Santo Evangelio, un sermón u homilía litúrgica se predica. El sermón normalmente proclama, y no pocas veces, explica, la importancia de la Palabra divina recibida en la liturgia particular para la vida del Pueblo de Dios y el destino del mundo. En la tradición ortodoxa, el sermón es una parte esencial de la liturgia eucarística y participa en su carácter sacramental general.

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Boletín dominical correspondiente al domingo 19 de febrero de 2012
Domingo del Juicio final

Jesús
Simples Miradas hacia el Salvador (6)

Encerrarse en Jesús

El hombre que se entrega enteramente a una obra, sea para asimilar o desarrollar la obra de otros, sea para elaborar una obra propia, este hombre se limita, se simplifica, se unifica. Se recluye de cierta forma sobre la obra a la que se dedica. De la misma manera pasa con el hombre que quiere conocer a Jesús. Encerrarnos a nosotros mismos en Jesús. Incluir en Él a todos los demás, a todo el resto. De ahí, invisiblemente, nuestro conocimiento rebrotará en gracia sobre el mundo.
Salvador mío, me basta razonar y discutir sobre Ti. He leído, escuchado y hablado bastante. Querría acercarme a Ti simplemente. Déjame cerrar los libros. Que nada se interponga entre nosotros. Déjame acercarme a Ti. Déjame sumergirme en Tu presencia. ¡Que sólo Tu corazón hable a mi corazón!
Pero, Señor, ¿cómo mi corazón puede escuchar Tu corazón, mientras que los doctores de la ley y escribas se pelean con respecto a Tu nombre? ¿El ruido de sus voces no va a cubrir lo que dices dulcemente en secreto? Repito la frase de María en el jardín: “Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto… Dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré” (Jn 20:13; 15). Yo también querría llevarte lejos de los tumultos de escuela, lejos de las disputas de científicos. Lejos también de los celos amargos y las disputas entre los discípulos (“¿Quién de ellos es el mayor?” (Mc 9:34)). Adorarte, verte, hablarte a Ti.
Esta presencia, esta entrevista a solas, a las cuales aspiro, las puedo obtener de Ti, Señor. Puedes manifestarte a mí sin que esta nueva presencia tenga un lazo directo con el pasado. Puedes también hacer para mí presente, actual y nueva, la vida que fue Tu vida terrestre. Tú mismo puedes escribir en mi alma una “Vida de Jesús”, antigua y nueva a la vez. Señor, revélate a mí como el Jesús del Evangelio y como Jesús mi contemporáneo.

Padre Lev Gillet


Tropario de la Resurrección (Tono 3): Que se alegren los celestiales, y que se regocijen los terrenales, porque el Señor desplegó la fuerza de Su brazo, pisoteando la muerte con Su muerte y siendo el primogénito de entre los muertos nos salvó de las entrañas del Hades y concedió al mundo la gran misericordia.

Tropario de San Arquipo (Tono 3): ¡Oh Arquipo!, con todo tu corazón seguiste el camino de la santidad y llegaste a ser un defensor de los Apóstoles. Con tus palabras predicaste la fe, y con tu vida arrancaste los brotes del mal. Y habiéndote probado firme en la lucha, te ha sido concedida la corona de la justicia.

Kontakion (Tono 1): ¡Oh Dios! Cuando vengas con Gloria sobre la tierra; todo la creación tiembla ante Ti; el río de fuego corre atrayen¬do los hombres ante el Estrado de Tu Juicio; los libros serán abiertos y los secretos revela¬dos; entonces libérame del fuego inextinguible y cuéntame entre los digno de es¬tar a Tu Diestra, ¡Oh Justo Juez!


Primera carta a los Corintios (8:8-9:2): Hermanos, no es ciertamente la comida lo que nos acerca a Dios; ni va a faltarnos por no comer, ni va a sobrarnos por comer. Pero tengan cuidado que esa, su libertad no sirva de tropiezo a los débiles. En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el débil: ¡Un hermano por quien murió Cristo! Y pecando así contra sus hermanos, hiriendo su conciencia, que es débil, pecan contra Cristo. Por tanto, si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo a mi hermano. ¿No soy yo libre? ¿No soy yo Apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No son ustedes mi obra en el Señor? Si para otros no soy yo Apóstol, para ustedes sí que lo soy; ¡Ustedes son el sello de mi apostolado en el Señor!


Santo Evangelio según San Mateo (25:31-46): Dijo el Señor: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá a los de su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme”. Entonces los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad les digo, que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”. Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me acogieron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron”. Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y Él entonces les responderá: “En verdad les digo, que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo”. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la Vida Eterna”.


¿A quién conmemoramos hoy?
A Arquipo, Filemón y Apia, apóstoles de los Setenta

Los santos Arquipo, Filemón y Apia, apóstoles de los Setenta, fueron discípulos y compañeros del Santo Apóstol Pablo. En la Epístola a Filemón, el apóstol Pablo nombra a San Arquipo como su compañero, y lo menciona de nuevo en la Epístola a los Colosenses (Col 4:17).
San Arquipo fue obispo de la ciudad de Colosas, en Frigia. San Filemón era un ciudadano eminente de esta ciudad, y los cristianos se reunían en su casa para celebrar los oficios religiosos. También fue nombrado obispo por San Pablo y se fue a las ciudades cercanas a Frigia, llevando la predicación del Evangelio. Más tarde, se convirtió en arzobispo de la ciudad de Gaza. Santa Apia, su esposa, servía a los enfermos y vagabundos en su casa, y celosamente los asistía. Ella fue para su marido una compañera en la obra de la proclamación de la Palabra de Dios.
Durante la persecución contra los cristianos bajo el emperador Nerón (54-68), los santos apóstoles Arquipo, Filemón y Apia fueron llevados a juicio por confesar su fe en Cristo. San Arquipo fue muerto brutalmente con armas blancas. Después de la tortura, enterraron a los Santos Filemón y Apia hasta la cintura en el suelo, y los apedrearon hasta la muerte.
San Arquipo es conmemorado también el 22 de noviembre.


La cuaresma de la Iglesia Ortodoxa
Reflexiones sobre el ayuno que nos prepara a la Pascua

Afuera de las puertas del Paraíso

El símbolo básico de la pérdida del hombre de su humanidad original y de su exilio de Dios es la historia bíblica de la caída de Adán y Eva. Los chistes sobre esta historia sagrada abundan. Los comediantes se mofan de ella de manera sacrílega. Los comerciales la degradan con el sólo propósito de hacer dinero. Inclusive los creyentes se ríen de ella intentando hacer remarcas patéticas como si inspiraran humor. Pero la historia proviene de Dios, y es una historia seria. La misma habla del más trágico suceso en la experiencia humana: la rebelión de la criatura en contra de su Creador y la transformación del mundo como paraíso con Dios en un valle de huesos humanos muertos. La historia describe a un mundo en muerte dominado por el demonio y siempre apurado al que llamamos “civilización humana”.
La Gran Cuaresma comienza con la contemplación litúrgica de la caída de Adán y Eva. El domingo que marca el inicio del ayuno de cuaresma toma esta historia como su propio tema espiritual.

El Señor tomó en sus manos polvo de la tierra.
Sopló sobre él y me creó a mí, un hombre vivo.
Me hizo señor y maestro de todas las cosas sobre la tierra.
En verdad disfruté la vida de los ángeles.
Pero Satanás el engañador, en la forma de una serpiente, me tentó;
Comí del fruto prohibido y perdí la Gloria de Dios.
Y ahora camino en la tierra a través de la muerte.
¡Oh Señor compasivo, llámame nuevamente al Edén!

Cuando el enemigo me tentó desobedecí tus mandamientos, Señor.
Cambié la gloria de mi cuerpo inmortal por la vergüenza de la desnudez.
Ahora debo vestirme con pieles y hojas de higueras.
He sido condenado a comer el pan de las amargas dificultades con el sudor de mi frente.
La tierra está condenada y solo da espinas y cáscaras para mi.
Señor, que te encarnaste de la Virgen en la plenitud de los tiempos,
¡Llámame nuevamente y ponme nuevamente en el Edén!

Oh Paraíso, jardín del deleite y la belleza,
Vivienda perfeccionada por Dios,
Infinita alegría y gozo eterno,
La esperanza de los profetas y hogar de los santos:
Por la música del susurro de sus hojas
Rueguen al Creador de todo que me abra las puertas que mis pecados cerraron,
Para que pueda participar del Árbol de la Vida y de la gracia que me fueron dados en el principio.

Adán fue exiliado del Paraíso por la desobediencia.
Fue expulsado de la divina beatitud, engañado por las palabras de Eva.
Se sentó desnudo llorando ante las Puertas del Paraíso.
Apresurémonos a entrar en el tiempo del ayuno;
Con cuidado obedezcamos los mandamientos del Evangelio,
Para ser aceptables ante Cristo nuestro Dios
Y volver a obtener nuestro hogar en el Edén.

Adán se sentó frente a las puertas del Edén,
Lamentando su desnudez y diciendo:
¡Desdichado soy! Escuché los malos engaños.
Perdí mi gloria y ahora soy expulsado.
¡Desdichado soy! Mi mente me ha dejado desnudo y confundido.
No podré disfrutar más de tus deleites, oh Paraíso.
No podré ver a mi Señor, mi Dios y mi Creador.
Me hizo del polvo y ahora retorno al polvo.
Te suplico, Dios compasivo,
¡Ten piedad de mí pues he caído!
(Vísperas del Domingo de la Abstinencia del Queso)

En la historia del Génesis, llena de elementos teológicos y significados espirituales, Dios no dice a sus criaturas: “Coman del árbol y los mataré”. Sino que dice “el día que ustedes coman de él ciertamente morirán” (Gen 2:17). El árbol es llamado el “árbol del conocimiento del bien y del mal”. El conocimiento en la Biblia no es algo abstracto o intelectual. No es el producto del pensamiento. Es el resultado la experiencia viva. La misma palabra conocimiento en la Biblia es la que se usa para describir la unión del hombre con la mujer en el matrimonio. Cuando la Biblia dice que “Abraham conoció a Sara”, no está hablando sobre una comprensión intelectual o una explicación analítica. Esta significa la experiencia de la unión completa y total. Comer del “árbol del conocimiento del bien y del mal” significa experimentar la maldad. Significa cometer pecado. Significa probar la iniquidad. Significa cometer un acto que natural y orgánicamente nos devasta y destruye.
El hombre es llamado a ayunar del pecado. Debe abstenerse del mal. Es llamado a abstenerse de los poderes destructivos de maldad. Debe probar la vida, unirse con Dios, ser alimentado con la justicia, la belleza y la verdad, comer de la sabiduría, la bondad y el amor. La gran Cuaresma es el tiempo del año en el que contemplamos claramente lo que sucede cuando la gente no hace esto. Es el tiempo en el que hacemos un esfuerzo conciente de retornar a la vida real a través de la obra salvífica de Jesucristo y el poder de Su Espíritu, para recobrar la comunión con el “Árbol de la Vida” plantado y provisto por el Dios que nos ama.

Adán comió del fruto prohibido y fue expulsado del Paraíso.
Se sentó fuera, llorando amargamente:
¡Desdichado soy! ¿Que será de mi, hombre desdichado?
Oh santo Paraíso, plantado para mí por Dios y perdido por la debilidad de Eva,
Permíteme que otra vez pueda mirar las flores de tu jardín.
Y el Salvador le dijo:
“No deseo la muerte de mi creación.
Deseo que todos sean salvados y lleguen al conocimiento de la verdad.
Por que quien viene a mi yo no lo rechazo”.
(Vísperas del Domingo de la Abstinencia del Queso. La cita perteneces a I Tim 2:4 y Jn 6:37)

Adán fue expulsado del deleite del Paraíso
Cuando quebrantó los mandamientos del Maestro por los incontrolables deseos.
El tomar alimento se convirtió en algo amargo,
Y fue condenado a trabajar la tierra de la que fue tomado;
Comió su pan con fatigas y sudor.
Por lo tanto amemos la abstinencia para poder entrar por la puerta y no llorar como lo hizo él fuera del Paraíso.
(Matutinos del Domingo de la Abstinencia del Queso)


La Divina Liturgia (VIII)
Explicando la Liturgia semana a semana

Las súplicas de los fieles

Tras la finalización de las lecturas de las Sagradas Escrituras, los catecúmenos se despiden de la Divina Liturgia, ya que, como aún no han sido bautizados, todavía no pueden ofrecer y recibir los dones eucarísticos. En la Iglesia primitiva, todos los catecúmenos, los que se encontraban en penitencia, y todos los que por una u otra razón no estaban recibiendo la Sagrada Comunión, también dejaban la asamblea litúrgica en este momento.
En la actualidad, la despedida de los catecúmenos se ha convertido en un recuerdo significativo, ya que en el caso de que no comulguen, o incluso de que no estén bautizados, no se les pide que salgan de la asamblea para dar lugar a la parte eucarística de la Liturgia que, como hemos señalado, todavía se llama oficialmente la “Liturgia de los Fieles”.
La oración para que Dios ilumine a los catecúmenos con el Evangelio de la Verdad y que los una a su santa Iglesia, dándoles “a su debido tiempo el baño de la regeneración, la remisión de los pecados y la túnica de la incorrupción” en el bautismo ya casi no es usada en la Liturgia dominical. Pero después de la homilía se lee una oración por los fieles que ya son miembros de la Iglesia, y se pide que Dios escuche sus oraciones y que los haga dignos de ofrecer y recibir los dones de la Santa Comunión. La oración pide que Dios “Otorgue, también, a los que oran con nosotros (esto es, a los fieles), progresar en la vida, en la fe y en la comprensión espiritual; permíteles que Te adoren en todo tiempo, con temor y amor, y que participen de Tus santos Misterios, sin incurrir en reproche o condenación, y hazlos dignos de Tu reino celestial.

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Las lecturas de la semana

Lunes 20: San Lucas 19:29-40, 22:7-39
Martes 21: San Lucas 22:39-42, 45-71, 23:1
Miércoles 22: Joel 2:12-26
Jueves 23: San Lucas 23:1-31, 33, 44-56
Viernes 24: San Mateo 11:2-15
Sábado 25: San Mateo 6:1-13
Domingo 26: San Mateo 6:14-21 (Domingo del Perdón)




Boletín dominical correspondiente al domingo 26 de febrero de 2012
Domingo del Perdón

Jesús
Simples Miradas hacia el Salvador (7)

Contemporaneidad de Jesús

Contemporaneidad de Jesús. Cada palabra del relato evangélico es para mí un acontecimiento presente. (Hay también prolongaciones hasta en la vida eterna). Se trata de una cosa más que de un hecho pasado que conmemoro. Es para mí, en ese mismo momento, un acontecimiento de conciencia, que pertenece a mi vida. Los actos, las palabras del Salvador se relacionan con la historia en este sentido que tienen un contexto histórico y que han ocurrido en el tiempo. Pero trascienden el tiempo y la historia, como el Dios-hombre trasciende el tiempo y la historia, como el Dios-hombre trasciende todos los límites humanos. Siendo del pasado, son sin embargo libres del pasado. Son contemporáneos de cada ser humano. Y nos abren el futuro.
A los dos discípulos de Juan que lo seguían en silencio, Jesús preguntó: “¿Qué buscan?” (Jn 1:38). Ellos respondieron: “Maestro, ¿dónde moras?”. No buscaban algo, sino a alguien, a una persona. Y más, deseaban saber, no sólo dónde iba Jesús, sino también dónde habitaba. Deseo una vida constante, permanente, junto a Jesús. Más que un encuentro pasajero. Así, desde la primera página, la historia de los apóstoles pone a Jesús en el centro. Lo que busco, no es la perfección moral. No es una concepción del mundo coherente o atractiva. No es siquiera un determinado don o carisma divino. Es la persona de Cristo.
La pregunta planteada por Jesús a los soldados que vinieron para detenerlo - “¿A quién buscan?” (Jn 18:4) - hace recordar Su pregunta planteada a los dos primeros discípulos: “¿Qué buscan?”. La frase “Todos Te buscan” (Mc 1:37), dicha un día a Jesús por los discípulos, no cesa de ser actual. Algunos buscan a Jesús para unirse a Él. Otros para reducirlo a la impotencia. ¡Ojala, al menos, estos dos grupos estuvieran netamente separados! Lamentablemente, en nuestra condición de seres humanos pecadores, pertenecemos por intermitencia a uno y a otro grupo.
Jesús no dice: “Les muestro el camino”, sino que dice: “Soy el camino”; no dice: “Les enseño la verdad”, sino que: “Soy la verdad”; tampoco dice: “Les doy la vida”, sino que: “Soy la vida” (Jn 14:6). San Pablo hablará a menudo de Cristo en términos parecidos: Cristo es mi vida (Cf. Col 3:4), Él es nuestra santificación (Cf. Rom 4:25), nuestra justicia (Cf. Fil 3:9). Podemos hablar de Cristo con sustantivos, porque Él es la sustancia misma de todos los bienes, de todos los dones.
En Jesús, una persona viva reemplazó la ley. No es a causa de un mandamiento que rechazaré el asesinato y el adulterio, sino porque una persona, Jesucristo, ha hablado, ha vivido, ha muerto de una manera que, en adelante, constituye el modelo eterno. Jesús deroga y al mismo tiempo perfecciona la ley (Cf. Mt 5:17). Así, el río que desemboca en el mar: cada gota que estaba en el río subsiste en el seno del mar, pero el río, como río, no existe más.
Para quienquiera que ha entendido esta sustitución, hay una manera específicamente cristiana para plantear los problemas “en Cristo”. En “términos de Cristo”. Cuando Pablo advierte a los cristianos contra la fornicación, no hace referencia a consideraciones morales sobre la pureza. Se pregunta solamente si los miembros de Cristo van a hacerse miembros de una ramera (Cf. I Cor 6:15). No habla de la inmortalidad del alma, sino que dice, si Jesús no ha resucitado, vana también es nuestra esperanza (Cf. I Cor 15:14).

Padre Lev Gillet


Tropario de la Resurrección (Tono 4): Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel el anuncio alegre de la Resurrección: la sentencia ancestral rechazaron, y se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo: “¡Fue aprisionada la muerte, resucitó Cristo Dios y concedió al mundo la gran misericordia!

Tropario de San Porfirio (Tono 4): Siendo adornado con la púrpura real de tus virtudes, has sido glorificado como un Jerarca y habías brillado esplendorosamente, ¡oh sabio Porfirio! Porque fuiste excelente en palabras y obras y fortaleciste a todos con la Gracia y la piedad, así como siempre has servido a Cristo. Ruega pues, sin cesar, por el mundo.

Kontakion (Tono 6): ¡Oh Soberano, Guía hacia la sabiduría y Otorgador del entendimiento y inteligencia, Educador de los ignorantes y Auxiliador de los pobres! Afirma mi co¬razón, y concédele entendimiento y dame palabras, ¡Oh Verbo del Pa¬dre!, pues, he aquí, no impediré que mis labios Te excla¬men: “¡Oh Compasivo, ten piedad de mí, yo caído!”


Carta a los Romanos (13:11-14:4): Hermanos, la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revístanse más bien del Señor Jesucristo y no se preocupen de la carne para satisfacer sus concupiscencias. Acoged al que es débil en la fe, sin discutir sus opiniones. Uno cree poder comer de todo, mientras el débil no come más que verduras. El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, tampoco juzgue al que come, pues Dios le ha acogido. ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Que se mantenga en pie o caiga sólo interesa a su amo; pero quedará en pie, pues Poderoso es el Señor para sostenerlo.


Santo Evangelio según San Mateo (6:14-21): Dijo el Señor: “Si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, les perdonará también a ustedes su Padre celestial; pero si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco su Padre perdonará las de ustedes. Cuando ayunen, no pongan cara triste como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo, que ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público. No acumulen tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Acumulen más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde está tu tesoro, ahí está también tu corazón”.


¿A quién conmemoramos hoy?
A San Porfirio, Arzobispo de Gaza

San Porfirio, el arzobispo de Gaza, nació alrededor del año 346 en Tesalónica. Sus padres eran personas de la nobleza, y esto permitió que San Porfirio recibiera una buena educación. Al sentir la vocación por la vida monástica, dejó su tierra natal a los veinticinco años de edad y se fue a Egipto, donde vivió en el desierto de Nitria, bajo la dirección de San Macario el. Grande (a quien recordamos el 19 de enero). Allí también se reunió con San Jerónimo (15 de junio), que se encontraba de visita por los monasterios de Egipto. Fue a Jerusalén en peregrinación a los lugares santos, y a venerar la Cruz del Señor (14 de septiembre), y luego se mudó a una cueva en el desierto jordano para la oración y las obras ascéticas.
Después de cinco años así, San Porfirio fue aquejado por una enfermedad grave en las piernas. Decidió ir a los lugares santos de Jerusalén para orar por su sanación. Mientras yacía semiinconsciente a los pies del Gólgota, San Porfirio, cayó en una especie de trance. Vio a Jesucristo descendiendo de la cruz que le decía: “Toma esta madera y preservarla”.
Al salir del trance, se encontró sano y libre de dolor. Luego dio todo su dinero a los pobres y para el adorno de las iglesias de Dios. Por un tiempo se sustentó trabajando como zapatero. Las palabras del Salvador se cumplieron cuando el santo cumplió cuarenta y cinco años de edad. El Patriarca de Jerusalén ordenó a San Porfirio al santo sacerdocio y le nombró custodio del madero Venerable de la Cruz del Señor.
En el año 395 el obispo de la ciudad de Gaza (en Palestina) murió. Los cristianos de la zona fueron a Cesarea para pedir al Metropolitano Juan que enviara un nuevo obispo, que fuera capaz de luchar contra los paganos, que eran predominantes en su ciudad y hostigaban a los cristianos. El Señor inspiró al Metropolita para convocar al padre Porfirio. Con temor y temblor el asceta aceptó el cargo de obispo, y con lágrimas se postró ante el madero que había custodiado y se fue a cumplir con su nueva obediencia.
En Gaza sólo había tres iglesias cristianas y había muchos templos e ídolos paganos. Durante ese tiempo había pasado un largo período sin lluvias, causando una grave sequía. Los sacerdotes paganos trajeron ofrendas a sus ídolos, pero los problemas no cesaron. San Porfirio impuso un ayuno para todos los cristianos, al finalizar tuvieron una vigilia de toda la noche, seguida de una procesión alrededor de la iglesia alrededor de la ciudad. Inmediatamente el cielo se cubrió con nubes de tormenta, el trueno retumbó y llovió a cántaros. Al ver este milagro, muchos paganos gritaron: “¡Cristo es ciertamente el único Dios verdadero!”. Como resultado de esto, muchos hombres, mujeres y niños se unieron a la Iglesia por el Bautismo.
San Porfirio confirmó el cristianismo en Gaza hasta el final de su vida, y guardó a su grey de los paganos. El santo arzobispo guió a su rebaño por veinticinco años, y durmió en el Señor en el 420, ya en una edad avanzada.


La cuaresma de la Iglesia Ortodoxa
Reflexiones sobre el ayuno que nos prepara a la Pascua

Perdonen y serán perdonados

El domingo anterior al inicio de la Gran Cuaresma, el día en el que la Iglesia litúrgicamente recuerda la caída de Adán y de Eva, es llamado el “Domingo de la Abstinencia del Queso”. Esto se debe a que tradicionalmente es el último día en el que se pueden consumir productos lácteos antes del tiempo del ayuno. Este día también es llamado el “Domingo del Perdón” debido a que todos deben entrar en el esfuerzo de la Cuaresma por medio de perdonar y pidiendo perdón a los demás. En muchas iglesias, escuelas y monasterios esto se hace por medio de un especial “rito de perdón” que sigue a las Vísperas de ese día en el que la Iglesia formalmente “inaugura” el tiempo del ayuno. El significado de este acto de dar y recibir perdón es obvio: Dios no nos perdona si no nos perdonamos los unos a los otros. Así de simple.

“Por que si tu perdonas las ofensas de los demás,
Tu Padre celestial también te perdonará a ti;
Pero si no perdonas a los hombres sus ofensas
Tampoco tu Padre te perdonará a ti”. (Mt 6:14-15)

La vida cristiana es llamada la “imitación de Cristo” por los Padres de la Iglesia Ortodoxa. Esta convicción nos viene de la Biblia, del Antiguo Testamento, cuando el Señor por medio de Moisés dijo a su pueblo: “Conságrense a ustedes mismos y sean santos como Yo soy santo” (Lev 11:44), una frase citada en la primera carta de Pedro en el Nuevo Testamento:

“Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que los llamó es santo, sean también ustedes santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sean santos, porque yo soy santo”. (I Pe 1:14-16)

Imitar la santidad de Dios es la tarea de los seres humanos establecida también por el Apóstol Pablo. Es la específica tarea de todos los cristianos.

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despójense del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renuévense en el espíritu de vuestra mente, y vístanse del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablen verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sean benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándose los unos a los otros, como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo. Sean, pues, imitadores de Dios como hijos amados”. Efesios 4:22-25, 31-5:1)

La mas grande y posible “imitación de Dios” es perdonar. Dios es el que perdona. Todo su amor por la humanidad (su filantropía) es el amor por el pecador, “ya que todos hemos pecado y estamos alejados de la gloria de Dios” (Rom 3:23).

“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. (Rom 3:10-12 citando Sal 14:3)

Todos los seres humanos somos pecadores. Cualquiera que diga no ser un pecador es un mentiroso y hace a Dios un mentiroso también:

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”. (I Jn 1:8-2:6)

El amor entre pecadores es esencialmente expresado en el perdón. No hay otro camino. No puede ser de otra manera. El perdón es la expresión singular de amor en el mundo caído. Si, de esta forma, deseamos ser amados y perdonados por Dios –e incluso más, si sabemos que de hecho somos amados y perdonados por Él- entonces debemos amar y perdonarnos. La gran cuaresma existe para este propósito: expresar el amor de Dios el uno por el otro por medio del perdón mutuo. Esta es la enseñanza del mismo Jesús.

“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”. (Mc 11:25-26)

“No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”. (Lc 6:37-38)

En su novela “Los hermanos Karamazov” el escritor Fiodor Dostoevsky pone la siguiente enseñanza en labios de su Padre Espiritual Zocimos: “hermanos, no teman los pecados de los hombres. Amen a los hombres incluso en sus pecados, porque así es la semblanza del amor divino y es el más grande amor sobre la tierra”. Luego agrega lo siguiente: “en algunas ideas quedas perplejo, especialmente mirando los pecados de los hombres, preguntándote a ti mismo si hay que combatirlos por la fuerza o con el amor humilde. Siempre decide, “los combatiré con el amor humilde”. Si cambias tu manera de pensar sobre esto de una vez por todas, podrás entonces conquistar el mundo entero. Amar la humildad es una fuerza extraordinaria, la más poderosa de todas, y no existe nada como esto”. Esta es la fuerza extraordinaria por la que luchamos conseguir durante la gran cuaresma: la fuerza del perdón.

Oh Maestro y Señor de la sabiduría,
Dador de las virtudes,
Que enseñas a los descuidados y proteges a los pobres:
Fortaléceme e ilumina mi corazón.
Verbo del Padre,
Permíteme no cerrar mis labios al clamar
Ten piedad de mi, transgresor,
Oh Misericordioso Dios.
(Kondakio del Domingo del Perdón)


La Divina Liturgia (IX)
Explicando la Liturgia semana a semana

El ofertorio: La Gran Entrada

Ahora llega el momento de la ofrenda del sacrificio a Dios. Sólo hay una ofrenda verdadera y aceptable con la que Dios se complace. Es la ofrenda de Jesucristo, el Cordero de Dios que se ofrece eternamente al Padre por los pecados del mundo.
En Cristo, los hombres pueden ofrecerse a sí mismos y cada uno de los hombres y el mundo entero a Dios. Cristo ha unido a todas las cosas en sí mismo, y ha tomado todas las cosas sobre sí mismo. Así, en y a través de él, los hombres pueden ofrecer todo lo que son, y todo lo que tienen, a Dios Padre. Pueden hacer esto porque estamos en Cristo, y han recibido el Espíritu Santo de él.
En este momento de la Divina Liturgia el celebrante reza por sí mismo, confesando su indignidad personal y afirmando que el único sacerdote de la Iglesia es Jesús: “Pues Tú eres el que ofrece y es ofrecido, el que recibe y es distribuido, oh Cristo nuestro Dios…”
La mesa del altar, los iconos y todo el pueblo se inciensan nuevamente mientras el Himno de los Querubines es cantado por toda la asamblea: “Nosotros que representamos de un modo místico a los querubines y que cantamos el himno tres veces santo a la Trinidad Vivificadora, apartemos en este momento toda solicitud temporal”.
Los dones del pan y el vino que representan a Cristo, y en él, a todos los hombres y al mundo entero, a la creación de Dios, ahora se ofrecen a Dios. Estos se llevan en procesión solemne desde la mesa de oblación hasta el centro de la iglesia, ingresando a través de las puertas reales del iconostasio hasta la mesa del altar. Esta procesión se llama Gran Entrada o “Entrada Mayor”, a diferencia de la entrada menor que se hizo anteriormente llevando el Libro de los Evangelios. En algunas Iglesias ortodoxas, la procesión del ofertorio de la Gran Entrada se hace alrededor de toda la nave de la iglesia, por lo que en realidad es de mayor longitud y solemnidad que la pequeña procesión con el evangeliario.
Durante la procesión del ofertorio de la Entrada Mayor, el celebrante pide a Dios, en nombre de todos, con la oración del ladrón crucificado: Acuérdate, oh Señor, en tu reino de… El pan y el vino se colocan en la mesa del altar y se concluye el Himno de los Querubines cantando: “A fin de recibir al Rey del cielo y de la tierra, acompañado invisiblemente por legiones de ángeles. ¡Aleluya!”.
El Himno de los Querubines y los versos de meditación del celebrante, que acabamos de mencionar son una adición tardía a la Divina Liturgia. Se añadieron en la época imperial de Bizancio con el fin de mejorar el ofertorio de la liturgia, como movimiento de la Iglesia que ofrece a Dios el Padre a través de su cabeza, el Sumo Sacerdote y Rey Jesucristo, y que es también el Siervo Sufriente, el Cordero de Dios y la nueva Pascua, el sacrificio único suficiente, que es perfecto, total y completamente aceptable al Padre.
En el ofertorio de la liturgia, los fieles se entregan en sacrificio a Dios junto con Cristo. Lo hacen a través del Espíritu Santo, como los que han muerto y resucitado con Cristo en el bautismo. Para que el acto litúrgico de la ofrenda sea genuino y verdadero, debe ser la expresión viva de la constante y total ofrenda de la Iglesia misma a Dios. Si cada miembro de la Iglesia no está en perpetuo sacrificio con Cristo al Padre, y no está “cargando su cruz”, por el poder del Espíritu, la entrada del ofertorio de la Divina Liturgia se trata de un símbolo estéril carente de realidad. Como tal, se hace no como un movimiento hacia Dios, sino como una condenación y juicio.

Continúa la semana próxima

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