martes, 13 de marzo de 2012

012 - EL BRAILLE EN AMÉRICA LATINA - BALANCE Y PERSPECTIVAS

(Trabajo enviado por el Señor Carlos García de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Autor: Enrique Elissalde, Presidente ULAC/FBU, al momento de escribir la ponencia

Conferencia Iberoamericana del Braille - Buenos Aires, Septiembre de 1999.


La historia de la educación de las personas ciegas en América Latina comienza con el sistema braille. No hubo otro sistema de lectoescritura y se dio simultáneamente la llegada del braille con el comienzo de la alfabetización y educación, la instalación de imprentas y de bibliotecas.

En la región latinoamericana (que abarca a más de 500 millones de habitantes que viven en una superficie de alrededor de 20 millones de Km. cuadrados, que se extiende desde el hemisferio norte -México- al hemisferio sur -Argentina-), no hay casi referencias a la vida de las personas ciegas en la época precolombina y durante la Colonia. Apenas algunas vasijas de barro, ("huacos" en quechua), procedentes de los primeros 500 años de la Era Cristiana y pertenecientes a la cultura indígena mochica, (actual Perú) poseen decoraciones basadas en personas ciegas. Como en nuestros días, y tal como lo razonó el italiano Romagnoli, al hablar del péndulo, esas personas ciegas oscilaban entre la alta consideración social y la más deplorable mendicidad.

A propósito del Imperio Inca cabe mencionar que se relacionó a las personas ciegas con el sistema contable de cuerdas anudadas y coloreadas de diferente extensión que servía para recordar distintas cantidades. Algunos estudiosos indicaron que ese sistema era reconocible y manejado al tacto. De ahí, la referencia a los ciegos.

En tiempos de la Conquista española, hay testimonios (en lo que hoy es Ecuador), de la existencia de hechiceros e indios ciegos que tejían cestos con fibras de plata. Los habrían visto los integrantes de la misión de Lope de Aguirre, (1518-1561) dramático y extraño, personaje que traicionó, entre otros, a Pizarro, recorrió el Amazonas en una balsa y terminó muriendo por un disparo de arcabuz.

Ya en el siglo XVIII y en la Lima virreinal, se destacó Fray Bernardo del Castillo (1716-1770), ciego desde pequeño y que fue uno de los teólogos, dramaturgos y poetas más importantes de la época. Entre otras compuso para el teatro: 5 obras dramáticas extensas y 7 breves. Ricardo Palma, en sus "Tradiciones Peruanas" lo evoca como el "Ciego de la Merced" ya que perteneció a dicha orden religiosa.

Aparte de éstas y otras pocas circunstancias, todas aisladas en el tiempo, sin coordinación ni continuidad histórica, la educación de los ciegos comenzó, efectivamente, en 1854. Fue al regresar de París - donde estudió 6 años- que el joven ciego José Álvarez de Azevedo, con la ayuda del Dr. Xavier Sigaud -médico de la Corte- y de su hija logró interesar al Emperador Pedro 11 en la educación de los ciegos. El Emperador, creó en diciembre de 1854, el Instituto Imperial para niños ciegos, (hoy Instituto Benjamín Constant de Río de Janeiro) y la primera imprenta braille de toda América Latina. Cuando aún Europa debatía sobre ventajas y desventajas del sistema braille, ya en América Latina se lo incorporaba como base de la enseñanza.

Pocos años después, Sarmiento -quien fuera Presidente de Argentina- en una reseña de viaje escrita en los primeros años de la década de los sesenta, se refirió a un "sistema por puntos que permite la lectura a los privados de vista". Pero el sistema braille ingresó a Argentina poco más de una década después. En lugar de ingresar a través del Imperio (como en Brasil), lo hizo por medio del Asilo de Huérfanos. En 1887, la Sociedad de Beneficencia contrató al maestro ciego Juan Lorenzo y González, recién llegado de España, para enseñar a los ciegos en el Asilo. Otro extranjero, Francisco Gatti, lo sustituyó poco tiempo después. Gatti era un destacado ciego italiano que llegó al Río de la Plata en 1890. Tras una breve estadía en Montevideo -donde no pudo reunir el número de ciegos mínimo para instalar un Instituto- marchó a Buenos Aires donde pudo cumplir sus propósitos. Luego de enseñar en el Asilo, en 1902 creó su propia escuela y en 1908 estuvo íntimamente ligado al nacimiento del Instituto Nacional de Ciegos.

Fue por el Oriente que en la segunda mitad del siglo XIX apareció el sistema braille en las costas atlánticas latinoamericanas: Río de Janeiro (1 854), Buenos Aires (1887), México (1875) y Cuba (entonces colonia española) -intentos de Segura y Escolano 1877 y Luis Biosca y Comellas 1889-.

Chile y Uruguay recibieron al sistema braille en los comienzos del XX. Luego su itinerario continuó desde el sur hacia el centro y norte de la región, por la costa del Pacífico. En 1925 y 1926 surgieron las dos primeras escuelas en Colombia: Medellín, con Francisco Luis Hernández y Bogotá, con Antonio Pardo Ospina.

Educación y sistema braille irrumpen en el Perú hacia 1931 (Unión Nacional de Ciegos y llegada de las hermanas franciscanas).

Venezuela, en 1936 con Mevorah Florentín incorpora el braille y crea su primer Instituto. Luego el proceso siguió por América Central y el Caribe, Guatemala (1942, Manuel Solórzano) fue uno de los primeros en este proceso fundacional que se extendió hasta la década de los cincuenta y sesenta.

Antes de que Inglaterra y Estados Unidos en 1932 culminaran su "guerra de los puntos', el sistema braille se enseñaba y usaba en varios países latinoamericanos-. En su forma literal, abreviada, códigos matemático-científicos y musicografía. En muchos casos fue traído por ilustres maestros europeos a muchos de los cuales ya hemos mencionado. El sistema que predominó (código y pedagogía) y que más influencia tuvo fue el de origen francés. Adem de Álvarez de Azevedo en Brasil, también Domínguez Sans (España), impuso en Argentina las tendencias francesas. Mevorah Florentín, por su parte, antes de llegar a Caracas, había aprendido el braille en París por consejo de su oftalmólogo, ya que era discapacitado visual (también auditivo).

En el caso del catalán Domínguez (transitoriamente radicado en Buenos Aires en 1912, para instalar la imprenta del Instituto), la emprendió contra el sistema braille que en ese entonces había impuesto Gatti. El italiano introdujo signos de puntuación y hasta algunas letras de su propia cosecha, en lugar de las formas francesas, Según testimonio de Antonio Pegoraro -alumno del Instituto y destacada figura argentina-. Domínguez logró que, en un remedo de la hoguera de los libros de caballería de Don Quijote, se quemaran en el patio del Instituto los copiados con el braille de Gatti. Por lo demás, Domínguez Sans introdujo la estenografía y las técnicas de ediciones braille de origen francés. Aprendió y difundió la estenografía que, desde la década de los'80, ideó y promocionó Maurice de la Sizeranne a través de la Asociación Valentín Haüy.

Domínguez Sans siguió la versión adaptada a la estenografía española por Emilio Lladó, modelo que predominó en Argentina hasta los años cuarenta.

Tuvo lugar entonces el Congreso de Instituciones Argentinas de 1944. Fue cuando surgió el Tratado argentino de Braille Grado 3 o Estenografía Superior) que terminó con la influencia francesa y convirtió al sistema en definidamente de habla española.

El otro aporte de Domínguez Sans, el relativo a la imprenta, fue también de signo francés. Había estudiado música en el Instituto de Jóvenes de París donde también se interiorizó de los trabajos de Garin y Balquet, quienes perfeccionaban la tipografía y la matrización mecanizada. También estaba informado Domínguez de lo que sucedía en Suiza (impresión a rollo) y en Inglaterra (tipos pequeños). Libros de solfeo, historia, química y otros textos, fueron impresos en interpunto en la Vahugan, pequeña máquina a cilindro y manivela.

También en Argentina, pero casi dos décadas después, se produjo el nacimiento de la primera revista hispanoamericana: “Hacia la luz”, creada por el español Julián Baquero quien, con un grupo de colaboradores, fundó en 1924 la Biblioteca Argentina para Ciegos (institución privada).

Según el testimonio de Rosa D. de Hustaix, (joven alumna del Instituto), “Hacia la Luz" ”surgió, como un fuego de artificio" que durante muchos años fue el único mirador por donde nos asomábamos al mundo (...) (porque) aquella no era la época del cine hablado, la noticia al minuto, el grabador, el libro parlante y las lectoras voluntarias".

De acuerdo al editorial "Nuestro aniversario" (publicado en el número 37 correspondiente a octubre de 1931), se proclamaba: "Queremos que "Hacia la luz" guarde sin rubor el puesto que le corresponde entre las publicaciones Braille del mundo entero. Hay que barrer con el prejuicio de que para que un periódico tiflológico sirva para algo debe estar editado en Francia, Inglaterra o Alemania".

La década de los treinta fue activa en la circulación de material braille. Desde España llegaban a América Latina revistas españolas: "Revista Braille hispanoamericana" (1922); "Ayúdate" (1927); "El tiflófilo" (1933) y "Rumbos" (1939). Desde París se sumó la versión castellana de "Correo Braille Hispanoamericano", editado por American Braille Press entre 1930 y 1933 (34 números). En esta labor editorial intervino el excéntrico español ciego, Don Antonio Las Heras Herv es quien, en la segunda mitad de los veinte, estuvo en México y en varios países centroamericanos para dictar conferencias sobre el braille y su propuesta de "casas" para resolver el problema laboral de los ciegos. Por esos años circularon las revistas braille de Colombia: "El faro", (Instituto Colombiano para ciegos, dirigida por Pardo Ospina) y "Esfuerzo y triunfo" (1936, Medellín, a cargo de Francisco Luis Hernández). En Venezuela se editó "Entre nosotros", dirigida por Florentín. Apareció entre los años 1939 y 1942, en Caracas.

Este movimiento periodístico que difundió el sistema braille por América Latina, se interrumpió con la Segunda Guerra que tuvo sus efectos negativos en la vida económica de la región.

En la postguerra América Latina participó en los movimientos educativos, asociativos y de difusión del braille nacidos de la conferencia de Oxford (1949) y que, entre otras concreciones, dio origen al del Consejo Mundial para la Promoción Social de los Ciegos y el Consejo Mundial del Braille. En especial ahora nos interesa este último que surgió a raíz de la preocupación del Prof. Humayun Kabin, Ministro de Educación de la India, alarmado ante la multiplicidad de alfabetos para ciegos. Trasladó esta inquietud a la UNESCO y ello determinó que, a partir de 1948, Clutha Mackenzie desarrollara con la UNESCO y el Consejo del Braille una intensa labor a nivel mundial para la unificación y promoción del sistema.

Una de las primeras acciones tuvo lugar en Montevideo (Uruguay) en noviembre de 1951. En la ocasión se analizaron el braille Grado II español y portugués y su respectiva unificación. Se inició así un proceso de unificación del sistema que ocupó a América Latina durante varias décadas.

La unificación estenográfica debió ser uno de los temas más polemizados. A los latinoamericanos siempre les agradó discutir estos temas en congresos y seminarios como, luego de alcanzada la unificación, parece agradarles en demasía la discusión de los estatutos de organismos internacionales que se modifican con mucha frecuencia.

En el campo del braille Grado II español la unificación se alcanzó en la Conferencia Estenográfica Hispanoamericana de Montevideo en 1964 donde representantes de la región y del Consejo del Braille aprobaron la estenografía aún vigente (aunque poco aplicada en nuestros días).

En 1973, en la Conferencia Iberoamericana de Buenos Aires se abordó otra unificación braille: el código matemático-científico. Se actuaba en consonancia con la iniciativa de unificación mundial de estos códigos impulsada por el Consejo Mundial para la Promoción Social de los Ciegos. En la oportunidad no se logró acuerdo y el mismo se obtuvo en 1997 en Montevideo cuando Argentina (de larga tradición en la materia) llegó a puntos de coincidencia con España. Surgió así el Código matemático-científico para la lengua castellana que hoy se utiliza en la región.

También América Latina tuvo participación técnica en el propio Consejo Mundial del Braille. En la década del cincuenta Pardo Ospina (Colombia) y Alejandro Meza (México) tuvieron una activa intervención en debates y acciones del Consejo.

En cuanto a la labor coordinada de imprentas braille latinoamericanas, existió entre 1969 y 1979 la Asociación de Editoras para Deficientes Visuales (ADEVIA). Se creó en San Pablo (Brasil) y en la propia San Pablo se disolvió una década después para integrar el cuerpo a la Comisión de Cultura del WCWB, lo que no produjo resultados prácticos. En cambio sí fue fructífera la existencia de ADEVIA: integró a las imprentas en una asociación única que planificó un único catálogo regional, estableció criterios de intercambio técnico y de materiales, etc.

Desde 1993, por iniciativa de la Unión Latinoamericana de Ciegos se impulsó la creación del Consejo Iberoamericano del Braille. Fue, finalmente, constituido en Buenos Aires (1997). Agrupa la zona iberoamericana siguiendo la tradición de ADEVIA: España, Portugal, Brasil y los países hispanoamericanos. Este Comité es aceptado como la autoridad iberoamericana para el sistema braille: conjuga criterios, uso del braille en la enseñanza en la edición, etc. Es un ámbito bilingüe donde se plantean y resuelven aspectos normativos del braille.

Mientras tanto, desde 1974 se intentó informatizar la producción braille. La Fundacao para o Livro do Cego (San Pablo, Brasil) llevó a cabo este intento (que no dio resultado). Se apoyaba en equipos de computación de la Universidad que usaba cintas perforadas.

La informatización, al menos en la zona de habla hispana, se inició regular y eficazmente a partir de 1985-1986 en Montevideo. La Fundación Braille del Uruguay alcanzó positivos resultados. La propia Fundación produjo un editor de textos (DUO) que, además de las conversiones necesarias para el idioma español, ofrece herramientas para una diagramación cuidada y atractiva.

También la Fundación Braille del Uruguay impulsó desde 1975 la renovación de las ediciones braille, en particular las destinadas a niños. Su libro-juguete recorrió toda América Latina y otras zonas del mundo, con su propuesta de sustituir los formatos tradicionales por formatos representativos de animalitos, medios de transporte, objetos cotidianos, viviendas del hombre. Estas ediciones tuvieron gran aceptación entre los niños, sus familiares y maestros. Se incorporó simultáneamente braille y tinta como forma de integración y mejor relacionamiento del niño con su medio. También el manejo del braille conoció novedades en cuanto a su diagramación y presentación.

Igualmente la Fundación Braille del Uruguay llevó a cabo la experiencia de editar un semanario común al mismo tiempo de su edición en tinta. El hecho tuvo lugar durante todo 1994, año en que cada viernes junto con la edición común de "El observador" se distribuía en quioscos y puestos de venta callejera, la versión braille.

Junto a éstas y otras realizaciones, cabe llamar la atención sobre algunas carencias de América Latina con respecto al sistema braille. Una de ellas se refiere a las bibliotecas que siguieron un itinerario geográfico-pedagógico similar al del sistema braille. Fue con regleta y punzón, ocasionalmente con máquinas Perkins y más esporádicamente con Thermoform o, incluso, con pequeños equipos informatizados, que se nutrió y se nutre de libros América Latina.

Entre otros medios cabe señalar que se apeló a los presos en cárceles de Argentina (Centro de Copistas Santa Rosa de Lima, 1935), cárcel "El Obispo" (Caracas, 1942) y Penitenciaría de Punta Carretas (Uruguay, 1956).

Según una encuesta efectuada en 1983 por la Fundación Braille del Uruguay, sobre 65 respuestas recibidas de 14 países, 60 declaraban tener biblioteca. Dentro de esta cifra solamente había 6 que funcionaban específicamente como tales. Las 54 restantes eran, básicamente, escuelas, o centros, o asociaciones que, como un servicio complementario, disponían de biblioteca. Por la ligazón, o dependencia de las escuelas, la organización, estructura y funcionamiento de los servicios bibliotecarios no siempre responden a los criterios propios. Antes que nada son prolongaciones del servicio educativo y siguen sus lineamientos. Entre otras consecuencias, es escaso el número de bibliotecólogos e igualmente escasos los estímulos para su capacitación; predomina el libro de texto en oposición al libro meramente recreativo. Hemos llevado a cabo un muestreo en 1993 entre 10 bibliotecas organizadas y conducidas como tales que pertenecen a 8 países: Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, México, Nicaragua y Uruguay.

El número de obras de las bibliotecas braille oscilaba entre un mínimo de 130 (ciudad de México), 150 (Estado de Nuevo León, México), y 209 (Cuba), hasta un máximo de 3.210 y de 5.115 (Biblioteca Argentina para Ciegos y Biblioteca Braille do Centro Cultural, Sao Paulo, Brasil, respectivamente), pasando por 946 (Colombia), 1.000 (Uruguay) y 2.500 (La Plata, Argentina). Poco caudal bibliográfico en pocas bibliotecas de pocos países, un desafío, sin duda, que deberá afrontar América Latina y resolver.

Al terminar este siglo, 3 hechos merecen destacarse en América Latina acerca del sistema braille':

a) La tecnología abrió insospechadas posibilidades para el uso, enseñanza y producción. En los últimos años, gracias al aporte del Fondo de Cooperación con Iberoamérica ONCE/ULAC, ingresaron diferentes equipos informatizados para empleo de personas ciegas. El acceso a INTERNET no es ya un secreto para los braillistas latinoamericanos ni tampoco la existencia de páginas WEB de organizaciones de la región.

b) En contraste con esta apertura, se opera cierta resistencia al sistema braille por parte de algunos profesionales de la baja visión. Si bien los principales expertos recomiendan ambos sistemas (caracteres comunes agrandados y braille) hay algunos profesionales que, equivocadamente se oponen a la inclusión del braille.

c) En América Latina es alto el porcentaje de población indígena. La Unión Latinoamericana de Ciegos prepara un programa para investigar la situación de los ciegos en tales poblaciones. A modo de referencia y en defensa de las posibilidades reales de los ciegos indígenas de nuestra América, citemos el caso de Miguel Ángel Jusayú, indio güajiro ciego declarado en 1993 por la Universidad de Zulia, (Venezuela) profesor honorario, en reconocimiento a su labor de escritor y gramático güajiro. Su aporte es significativo en cuanto a lengua y literatura guajira. Por supuesto, utiliza el sistema braille, con el cual desarrolla todos sus trabajos académicos.

Es voluntad de la Unión Latinoamericana de Ciegos favorecer el mayor uso del sistema braille entre los más desposeídos, postergados y hasta ignorados ciegos y discapacitados visuales de la región. De este modo, se alcanzará la dignidad humana de un sector de la población en el cual hace ya 150 años se conoce el sistema y que es preciso ampliar y motivar cada vez más su conocimiento para el ejercicio pleno de los derechos y la consagración de la igualdad de oportunidades de quienes no ven.

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